El 29 de junio el cantante y activista Hachalu Hundessa fue asesinado en Addis Abeba, lo que desencadenó una serie de protestas en las que cerca de 250 personas perdieron la vida y unas 5.000 personas fueron arrestadas por las autoridades etíopes (Fuente: The New York Times).
Durante los primeros días de protestas presenciamos, a través de las redes sociales, como los manifestantes quemaban edificios, tiraban estatuas y cómo el ejército se desplegaba para reprimir las protestas. Después, nada. El gobierno etíope incomunicó el país entero -gesto nada sorprendente- para que no se filtraran más imágenes de las vulneraciones de los derechos humanos que se producen en el país.